Paraíso: Amor (Paradies: Liebe -Paradise: Love-, 2012)

Reseña de Andrea Dorantes.

 

La primera de su trilogía, Paraíso: Amor de Ulrich Seidl, trata acerca de Teresa (Margarete Tiesel), una mujer cincuentona austriaca que decide pasar sus vacaciones en un hotel “todo incluido” en Kenia.

Ella intenta mostrar inocencia la descubrir que allí en realidad no se va a ver safaris y comprar souvenirs, sino que la estrella del lugar es la prostitución masculina. Chicos jóvenes (beach boys) aparentan vender rutas en barco, collares, pulseras, mas en realidad ocultan lo que todo el mundo sabe: son prostitutos.

Teresa en realidad sabe muy bien qué iba a encontrarse, y de nuevo con aparente inocencia, cae en las redes del turismo sexual. Ella se encuentra allí con una amiga que ya lo ha probado repetidas veces y le cuenta las maravillas de ese acto, donde ninguna mujer es rechazada por su peso o su edad, donde las aceptan tal y como son. Teresa, maravillada, lo prueba, pero se siente un objeto, repite varias veces que le gustaría que la mirasen a los ojos y no a los pechos. Ella busca algo más, ese amor que reza el título, que precisamente brilla por su ausencia. Todos sabemos que el amor no se consigue con dinero, pero se autoengaña y perpetúa su sufrimiento, buscando y buscando ese amor que no encontrará en las playas de Kenia. Ella sabe, pero no quiere ver.

Ésta es una película que podría hablar de muchas cosas. Lo que hay detrás de los paraísos que nos venden en países del tercer mundo, de cómo éste es un turismo racista que muestra a los hombres como objetos de exposición, que cuenta cuál es el lado masculino de la prostitución. Puede hablar también de cómo se aprovechan éstos de los turistas, de cómo en realidad es un intercambio mutuo de intereses, uno se nutre del otro, las mujeres buscan sexo y atención y ellos encuentran dinero.

Paraíso: Amor habla con sinceridad, tanta que incluso se llegaron a utilizar actores no profesionales que son beach boys en la vida real. La película hace un retrato fiel a la realidad keniana, y lo hace con una apuesta muy interesante con la composición de los planos, la fotografía y la utilización del color. Esta obra de Seidl no dejará indiferente a nadie, sino que incrementará la expectación ante la siguiente entrega, Paraíso: Fe.